Texto y fotos: Gabriela Baeza
Recorrer Chile siempre es un agrado, y
encontrarnos con paisajes prístinos lo es aún más. El norte tiene sus encantos
con siluetas florales y colores terracotas, el centro sus despampanantes
cordilleras que se unen para formar el valle, y el extenso sur con sus brillos
de lluvia, ríos y lagos.
El quiebre siempre está presente con
nuestra flora nativa, adornando naturalmente carreteras, avenidas y hasta nuestras
plazas, inmersas y escondidas al ojo humano.
Visitando el sur en una época privilegiada
como es la primavera, a su brillo natural se sumaba un árbol nativo, el Notro,
conocido por muchos como Ciruelillo o Fosforito. El Notro entrega calidez a las
miradas de los viajantes, ya que su follaje verde pálido se transforma en un
rojo intenso cuando florece, como si el árbol está en llamas.
Esta especie nativa es protagonista de las
extensas zonas verdes que rodean los campos sureños, sobre todo en octubre y noviembre
adornando aun más ciudades, parques, lagos y volcanes.
El notro –nombrado así por los mapuches y
de nombre científico Embothrium coccineum,
del griego, que hace mención al interior
de la flor y su color rojo escarlata- es una especie que se distribuye desde la
Región del Maule hasta Tierra del fuego, y también está presente en Argentina.
Podemos encontrarlo en zonas abiertas como laderas o claros de bosque, ya que
es una planta pionera. Pero no se le encuentra creando bosques puros de Notros.
Es un árbol siempreverde que también se
puede apreciar en forma de arbustos. Puede alcanzar aproximadamente 15 metros
de altura y un diámetro de 50 centímetros. Su fuste es recto y de color claro
que resalta con el intenso rojo primaveral de sus flores. En otros países lo
llaman el Firetree chileno. En ocasiones muy excepcionales es posible hallar un
Notro con flores amarillas. Sus hojas, flores y frutos son una rica fuente de
alimento para mamíferos y aves.
Es muy bello por su valor ornamental, ya
que es de rápido crecimiento y su floración es duradera, no requiere de mucho
cuidado y prefiere lugares abiertos, de suelos arenosos y de humedad alta.
La zona sur de nuestro país es una
imperdible visita para apreciar cómo desde una carretera hasta ciudades enteras
se ven envueltas del rojo vivo de una simple flor que además es nativa. Una de
sus bondades es que puede ser una restauradora ecológica de suelos degradados.
Puedes apreciarla en Puerto Varas,
Frutillar, Osorno, Valdivia, Coyhaique, hasta en Punta Arenas: ciudades turísticas,
por nombrar algunas, donde su uso ornamental se impone sobre otras especies en
jardines particulares, frontis de hoteles, avenidas y veredas.
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