Crédito de foto: Reisio |
Texto: Alejandro Pardo
Según
la Agencia Internacional
de Energía (IEA, por sus siglas en inglés, organismo autónomo que nació de la OCDE en 1974 tras la crisis
del petróleo), el aumento de la eficiencia energética en construcciones,
procesos industriales y transporte podría reducir la demanda energética mundial
en un tercio de aquí al año 2050, ayudando de paso a controlar la emisión de
gases de efecto invernadero.
Según
las proyecciones, el consumo energético crecerá en promedio 1,5% por año de
aquí al 2030, principalmente por el aumento del uso de carbón fuera de los
países de la OCDE. Lo
que implica un 22% de aumento en el consumo de petróleo, 42% de gas y 53% de
carbón.
La Agencia Internacional de Energía elaboró, sin
embargo, un plan contra la creciente emisión de CO2. En ese programa, la EE tiene el rol principal.
Rembrandt: "Filósofo meditando" |
Hoy
se emiten alrededor de 29 mil millones de toneladas de CO2 al año y de seguir
la tendencia actual, se emitirían poco más de 34 mil millones de toneladas el
2020. El plan de la IEA,
denominado Escenario 450, dice que mediante una verdadera revolución
tecnológica, con la participación decidida de una treintena de países, el año
2020 se podrían evitar 3,8 mil millones de toneladas de CO2. Es decir, se
emitirían 31 mil millones de toneladas de CO2 en vez de las 34 mil millones.
Si
esto ocurre, la tendencia se revertiría y el 2030 se emitirían 26 mil millones
de toneladas de CO2. Un escenario no feliz, pero mucho más auspicioso que las
otras proyecciones.
Ahora
bien, ¿cuál es el papel de la eficiencia energética en este escenario? Según el
plan, la EE sería
responsable del 65% de ese logro. Y las energías renovables serían responsables
del 18%.
Lo
curioso es que si las plantas generadoras de electricidad aplican el plan de
EE, aportarán el 2020 sólo con el 6% a la disminución de CO2. En cambio los
edificios, las oficinas, las casas y los edificios institucionales pueden
contribuir con el 59%. Ahí está el punto de inflexión. Y esto es clave: es
imprescindible la participación ciudadana. ¿Cómo? Capacitándose: aprendiendo a
participar de la programación energética.
No
es antojadiza esta visión. El mayor consumo de energía en EE.UU. lo tienen los
edificios, con un 40%. En la Unión Europea
el mayor consumo también es de los edificios con el 40%.
Caso de california
El
caso de California es emblemático. En 1960 el consumo eléctrico por persona en
Estados Unidos era de 4.000 KWh. Pero en 1973, con la crisis de los precios del
petróleo se produjo un freno. Entre 1972 y 1974 el consumo per cápita fue de
8.000 KWh. En California llegó a alrededor de los 6.500 KWh en el mismo
período. En los años que siguieron a la crisis EE.UU. continuó aumentando su
consumo hasta llegar a los 12.000 KWh el año 2002. California, en cambio, se
puso las pilas con el ahorro. Y desde 1976 hasta el año 2002, el consumo osciló
entre los 7.000 y los 8.000 KWh. Notable. Así se desacopló de la voracidad
eléctrica del resto del país.
¿Cómo
lo lograron? Básicamente con programas de eficiencia de las empresas de
servicio público y con normas para aparatos eléctricos. Por ejemplo: cada
refrigerador ocupaba casi 400 KWh/año en 1947, y 1.800 KWh en 1973. Con las
medidas californianas, bajó a 1.400 KWh en 1978. Y al año 2002 cada unidad
ocupaba cerca de 600 KWh.
Chile
Según
datos del Instituto Nacional de Estadísticas del año 2007, el sector minero es
el mayor consumidor de electricidad con un 33% de la torta. Seguido del sector
industrial con un 29%, el sector residencial con un 15%, el comercial con el
11%, otros con el 10%, y agricultura con el 2%. Si el año pasado el consumo per
cápita era de cerca de 4.000 KWh, se espera que con un aumento proyectado de la
demanda de 5,4% anual estemos cerca de los 8.000 KWh el año 2030. Aunque la
historia indica que cuando los países aumentan su ingreso per cápita, digamos
desde los 10 mil dólares hacia arriba, el consumo energético se dispara. Sólo
se ha estabilizado, en el caso por ejemplo de Canadá, cuando el ingreso per
cápita ha alcanzado los 20 mil dólares. Claro que esto es en el escenario
antiguo, el que no contemplaba diagnósticos como el cambio climático.
En
el caso chileno se estima que el disparado aumento del consumo energético
podría mitigarse en un 20% mediante una política global y coherente de
eficiencia energética.