El historiador Georges Duby escribió un libro que se llama Año 1000, Año 2000, una obra muy entrtenida y gráfica donde a propósito del actual cambio de milenio revisa lo que ocurrió justamente hace 1000 años. Y hoy como ayer, los miedos de la gente "al otro", a las epidemias, a la violencia, al más allá, a la miseria y las crisis económicas, son calcadas.
Contamos esto porque hoy los miedos son múltiples y es
probable que haya razones. Pero la respuesta a eso miedos no debe ser
afiebrada, sino que debe tender a la racionalidad, como lo propone el doctor en
zoología y e editor de ciencias de la revista “The Economist” Matt Ridley en un
artículo aparecido hoy en el diario Las Últimas Noticias. Ridley es un optimista
y dice que todos somos en general más felices, más sanos, más ricos, hay más
alimentos, etc. Y en general tiene razón. Dice por ejemplo que el aire en
Santiago es más limpio que hace unos años, y también tiene razón.
Ridley, en síntesis, fustiga los miedos, incluso paranoias
que hay en torno al cambio climático, y que han gatillado las corrientes
ecologistas actuales, algunas de las cuales son fundamentalistas y otras muy
vagas que caen en reclamos como ¡salven a las ballenas! o ¡que alguien haga algo!
Más que salvar al mundo, lo que nosotros proponemos como
revista es buscar la autonomía de los hogares y también que se tomen medidas
racionales en el desarrollo urbano. Todo indica que –y ojala nos equivoquemos-
el mall Costanera Center provocará un caos vial cuando se inaugure. Eso no es
racional y generará malestar en la gente.
Giovanni da Modena, "Fresco del Infierno", del siglo XV. |
Seguir construyendo autopistas urbanas, como lo pretende el
ministro Golborne, no es racional porque, aparte de ser otro subsidio más a la
industria automotriz (y petrolera), generará más tacos, convirtiendo a Santiago
en una ciudad más difícil de transitar. De hecho las carreteras urbanas que se
han construido hasta ahora y que supuestamente solucionarían el problema de la
congestión, no han hecho más que intensificarlo.
Es cierto que Hidroaysén suministrará una electricidad que
este país requiere considerando las tasas de crecimiento de la demanda. Pero el
proyecto es propio de la prehistoria. Esta central está sacada de los años 70,
80, 90. Este es un muy buen negocio, hecho con bajos costos para la empresa y
que les generará pingües ganancias. Y eso no es racional, pues la
implementación de paneles fotovoltaicos en las ciudades habría sido quizás no
la solución total a la demanda, pero sí una alternativa auspiciosa.
Lo que como revista proponemos, y por eso nos llamamos
Energía & Jardines, es la búsqueda de la autonomía de los ciudadanos: que
cada hogar pueda producir una parte de sus alimentos, que cada hogar pueda
producir su propia energía eléctrica o parte de ella, y que después pueda
inyectarla al sistema vendiéndole, ahorrando plata de esa manera; que cada casa
pueda reciclar sus aguas para regar el jardín o lavar el auto, considerando que
es absurdo que un recurso preciado pase de ser agua potable cuando sale en el lavamanos,
a agua de alcantarilla 15
centímetros más abajo. En síntesis, ¡autonomía! Y esta
autonomía económica tiene un lado que es bien saludable además, porque
significa alimentos más sanos, energía más limpia y bienestar por la presencia
de plantas.
Matt Ridley tiene razón al refutar la paranoia
intransigente, pero olvida que esta nueva preocupación de la gente por el medio
ambiente tiene un lado que es muy interesante: autonomía. Que nuestras casas
sean productoras de alimentos y generadoras de electricidad, satisfaciendo así
al menos una parte de nuestras necesidades. Si hablamos de redes sociales es
porque hay una volatilización de las distintas jerarquías. Y una, quizás la
primera, es la económica. Todo empieza por casa.