Notable frase de George Orwell, de su libro El Camino de Wigan Pier. A Orwell no lo hemos leído, pero encontramos esta frase -que no termina ahí, continúe leyendo- en el libro Calor, de Bill Buford, una novela que gira en torno a la comida. Libro, el de Buford, que no terminamos de leer, por fome, pero lo que importa es la frase de Orwell. Es perfecta. Y muy en sintonía con E&J por su materialidad. Continúe leyendo...
“Un ser humano es, fundamentalmente, un saco en el que se echa comida; sus demás funciones y facultades pueden ser más elevadas, pero, en el tiempo, vienen después. Un hombre muere y es enterrado, todas sus palabras y actos caen en el olvido, pero las cosas que ha comido viven después de él en los huesos fuertes o débiles de sus hijos. Creo que sería una hipótesis plausible la de que los cambios de dieta alimenticia tienen mayor trascendencia que los cambios dinásticos o religiosos. La Gran Guerra, por ejemplo, no habría sido posible si no se hubiese inventado la carne enlatada. Y la historia de los últimos cuatrocientos años en Inglaterra habría sido enormemente diferente sin la introducción de los tubérculos y de otros vegetales a finales de la Edad Media, y, poco después, la introducción de bebidas no alcohólicas (té, café, cacao) y también de licores destilados a los que no estaban acostumbrados los ingleses, bebedores de cerveza. Es curiosa la escasa frecuencia con que se reconoce la importancia social de la comida. En todas partes se ven estatuas dedicadas a políticos, poetas y obispos, pero ninguna dedicada a cocineros, curadores de tocino o cultivadores de hortalizas”.