1976, vacunación preventiva y masiva en EE.UU. |
En 1976 un soldado estadounidense murió en el Fuerte Dix.
Otros soldados cayeron hospitalizados y el terror se diseminó por el país. Los
investigadores dijeron que la causa de muerte del soldado –que al cabo fue el único
fallecido por la enfermedad- fue la gripe porcina.
Así empezó el terror en EE.UU. a las pandemias en los
últimos años. Por eso cuando llegó el sida pocos años después, ahí sí que la
cosa se puso alarmante. Oprah Winfrey, una suerte de don Francisco gringa, dijo
en 1987: “Las proyecciones estiman que uno de cada cinco, escúchenme bien, es
difícil de creer: uno de cada cinco heterosexuales podrían morir de sida en los
próximos tres años. Eso será en 1990”.
La portada de Wired. |
A fines de la década de los 90 el sida golpeó con mayor
fuerza, pero desde entonces los índices han bajado, salvo en África, donde es
un problema mayor. El director ejecutivo de ONUSida, Michel Sidibé, escribió el
año pasado: “Algunos años atrás, hablar del fin del sida como una epidemia en
el corto plazo parecía imposible, pero la ciencia, el apoyo político, y la
respuesta de la comunidad han permitido lograr metas claras”.
La apocalíptica aparición del sida motivó en 1994 la
aparición del libro de Laurie Garrett, The Coming Plague: Newly Emerging Diseases
in a World out of Balance, algo así como La Plaga que se viene: las nuevas emergentes
enfermedades en un mundo desbalanceado. Se temía la irrupción de diversos virus
desde los ecosistemas tropicales y que acabarían con el mundo. Y justo por esa
época, en 1995, llegó el ébola surgido en el Congo. Era una fiebre hemorrágica
terrible, que desapareció poco tiempo después.
En los 80 había aparecido además el mal de las vacas locas.
Un estudio proyectaba hasta 136 mil muertes. Un patólogo, citado por Matt
Ridley, autor del reportaje en la revista Wired, decía que los británicos
“deben estar preparados para miles, decenas de miles, cientos de miles de casos
de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (la manifestación humana de la enfermedad
de las vacas locas). Hasta hoy ha habido 176 muertos en el Reino Unido, con
sólo cinco fallecidos el 2011 y ninguno el 2012 hasta la fecha.
El 2003 sobrevino el SARS, que mató a 774 personas, pero no
fue el Armagedón anunciado.
El 2005 arribó la
H5N1, una cepa de la gripe aviar. Un personero de la ONU, dice Matt Ridley, la
calificó así: “Es como una combinación del calentamiento global con el HIV/sida
10 veces más veloz”. La Organización Mundial
de la Salud
cifró los futuros muertos entre dos millones y 7,4 millones. Sin embargo, a
fines del 2007 los fallecidos llegaban a alrededor de 200. Y el 2009 vino desde
México una segunda oleada de la H5N1
de origen porcino.
Lo cierto, concluye Ridley, a propósito de este segundo
jinete del Apocalipsis, es que la tan mentada pandemia destructora total del
mundo no ha sido tal. Es cierto, acusa, que la migración del campo a las
ciudades implica un riesgo de la traslación también de virus de zonas
silvestres a lugares densamente poblados, donde se podrían expandir. Pero la
constante innovación tecnológica permite secuenciar con mayor rapidez los
genomas de distintos virus, lo que alimenta las posibilidades de hallar curas
para estas enfermedades. Eso se suma a la mejora en las condiciones de vida de
las poblaciones urbanas.
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