Todd
Temkin es un poeta gringo que llegó a Valparaíso en 1993. No se entusiasmó con
ni una ciudad de Chile más que con Valparaíso, a donde llegó a hacer clases de
literatura. Y se propuso hacer algo por el puerto principal. Pero no sabía qué.
Le dio vueltas al asunto, creó una ONG que fomentara la transformación de la
ciudad. De hecho cumplió un papel clave para la campaña de que la UNESCO reconociera a
Valparaíso como patrimonio cultural de la humanidad. Pero llegó un día clave.
Para la ceremonia del cambio de mando de Ricardos Lagos llegó el entonces
embajador de Indonesia en EE.UU: “Y me pidieron que yo le organizara una
caminata por Valparaíso. Y el tipo había sido ministro de Turismo y Economía de
Indonesia, entonces sabía harto de esos temas. Después de la caminata, estamos
hablando del año 98, cuando Valparaíso no era lo que es hoy, me dijo: ‘me
encanta Valparaíso, es una ciudad fantástica, pero te tengo una recomendación:
hay que plantar flores. Esta ciudad está llena de pasajes, escaleras. Y si
miras el cableado urbano colgando te das cuenta que costaría muchos millones de
dólares sacarlos. Pero puedes poner una enredadera y lo transformas al tiro en
algo bonito”. Entonces dijo una frase que a Todd le hizo click: “Flores, Todd,
flores”.
Y
le contó que ellos habían hecho un estudio en Bali, una isla y provincia
indonesa, para definir cuáles pájaros querían que vivieran allí en la zona, y
empezaron a plantar las flores ad hoc para esos pájaros. Que eran pájaros
propios de la zona. Pero la idea era atraerlos más. Incluso apareció una
especie de colibrí que creían extinto.
Todd
no llegó a pensar tan lejos, como en pájaros, pero se propuso dotar a
Valparaíso de flores. Y creó un magnífico concurso: “Un jardín para
Valparaíso”: “Cuando partimos tuvimos un auspiciador que era Terminal Pacífico
Sur, que es el concesionario del puerto de Valparaíso. El concurso en cuanto a
participación fue espectacular en las dos versiones que se hicieron. Pero luego
el auspiciador se cayó y no pudimos conseguir plata para hacer la tercera versión
este año 2012. Y este concurso tenía cara de convertirse en uno de los
proyectos más lindos de Chile. Es un proyecto barato en el contexto de lo que
cuestan los proyectos en Valparaíso: son unos 25 millones de pesos al año”.
-No es tanta plata para una
empresa grande.
-Es
que tenemos pocas empresas grandes en Valparaíso.
El
concurso es muy participativo, amplio, y con participación de sectores
vulnerables, he ahí una de sus gracias.
“Hay
un caso muy lindo, el primer año tuvimos un Jardín Infantil, el Guacolda, del
Cerro Las Cañas, que es un sector muy pobre. Ellos participaron el primer año y
nos costó un montón llegar ahí. Y cuando llegamos había como una planta: no
había tiempo ni recursos para hacer algo más elaborado. El jurado le dio una
mención honrosa por la situación, la iniciativa, etc. El premio consistió en 50
mil pesos en plantas. Segundo año del concurso: el jardín estaba precioso, y
como la gente del sector tenía a sus niños en el jardín infantil se generó una
participación de la comunidad en el desarrollo del jardín de plantas. Y el
lugar que era lúgubre, con las plantas cobró vida.
-¿Es posible definir algunas
peculiaridades del jardín chileno popular?
-Solo
puedo responder por lo que he visto en Valparaíso, donde hemos visto maceteros
hechos con neumáticos pintados y otros construidos con materiales reciclados.
-¿Por qué observar plantas y
cuidarlas hace bien?
-Siempre
he pensado que hay dos maneras de ver la vida. Por ejemplo, en Santiago impera
la idea de que la vida es una carrera para llegar desde el punto A al punto B.
En Valparaíso vemos muchos que rechazan este paradigma. Los jardines nos
aterrizan. Nos ayudan respirar y apreciar la vida con un ritmo más pausado. Sé
que es un cliché, pero en la vida hay que oler las flores.
-¿Qué le pasa a la gente que
ha participado en el concurso con sus jardines? Cómo son ellos?
-Tenemos
de todo: mucha gente de tercera edad pero también algunos casos notables de jóvenes.
Hemos visto, también, varios jardines comunitarios y barrios populares de
escasos recursos –algunos de estos presentando jardines con mucho ingenio.
-¿Cómo ha impactado tu
concurso en Valparaíso? ¿Qué dicen las autoridades, las empresas?
-Están
fascinados las autoridades, las empresas, las juntas vecinales, los colegios,
todo. A nivel político, es visto como un proyecto relativamente barato que
tiene una rentabilidad social enorme.
Jardín concursante de un jardín infantil, valga la redundancia |
-¿Qué le falta a las
empresas para creer en el proyecto?
-Creo
que todos creen en el proyecto. Toda la comunidad lo encuentra maravilloso.
Cuesta encontrar alguien crítico. Lamentablemente, son pocas las empresas en
Valparaíso capaces de dar donaciones de 25 millones de pesos, por ejemplo. Y en
lo personal, me complica la administración del concurso si tengo que trabajar
con 10 empresas que están dando 2,5 cada uno. Desgasta mucho.
LAS 4 CATEGORÍAS DEL CONCURSO
1) Instituciones
como juntas de vecinos, iglesias locales, clubes deportivos, cualquier
organización comunitaria que tenga personalidad jurídica. Ellos pueden apadrinar
un espacio botado en su cerro y lo pueden transformar en un jardín. Uno de los
criterios más importantes es que el jardín tenga impacto urbano, o sea que no
esté escondido.
2)
Individuos que por su propia cuenta desarrollan un jardín en un espacio público.
Y ahí han salido jardines preciosos.
3) Colegios
y jardines infantiles
4) Antejardines
y balcones.
Y
los ganadores obtienen un premio en plata. Hay muchas menciones honrosas que
también son premiadas con plata, pero mucho menos que los ganadores. De los
alrededor de 140 que postulan, unos 30 ó 40 sacan algo.