Editorial: Una marea alta de plantas llega a las ciudades

Karl Schmidt-Rottluf.
¿Estaremos en lo correcto? Todo indica que sí, que una marea alta de plantas invadirá sin violencia las ciudades. No sería un fenómeno nuevo en todo caso. Desde la revolución industrial 
que se vienen alternando ciclos de avance y retroceso de las plantas: para alimentar a la población en tiempos de hambrunas y guerras por medio de la agricultura urbana; para distraer a las masas inquietas dándoles espacios verdes donde “calmarse”; o concibiendo las urbes como ciudades-jardín, esa expresión tan bonita. 

Sin embargo, como es propio de nuestra condición de gente moderna, que siente el tiempo como urgente, parece que hoy las plantas son más necesarias que nunca para paliar los problemas medioambientales, la suba del precio de los alimentos, la densidad poblacional y al mismo tiempo la sensación de estar rodeados de tanta gente desconocida.

Por eso en este número entrevistamos a la agrónoma Catalina Barros que nos habla de los techos y muros verdes: tecnologías antiguas y tribales las primeras, y profundamente naturales las otras. Afortunadamente los que saben han corrido el tupido velo integrándolas a las ciudades con efectos notables.

Cómo, mirada desde el cielo, una ciudad como Toronto puede verse tan gris como verde gracias a las cubiertas vegetales sobre las construcciones, lo que trae un sinnúmero de beneficios. Desde la baja de temperatura contrarrestando el efecto isla de calor, hasta el cultivo de alimentos, pasando por el bienestar emocional de las personas.

Son tecnologías relativamente caras todavía, pero bajarán de precio. E incluso así pueden ser rentables si no se las piensa como un gasto, sino como una inversión que se recuperará en un determinado plazo. 

Además mostramos una guía de las energías para no extraviarse con tanta información y les contamos de todos los eventos de jardinería que se han realizado esta primavera.

Y tiramos como siempre píldoras de afiches “vintage”, como le llaman los gringos a la propaganda antigua, y pinturas como la del extraordinario Karl Schmidt-Rottluff que acompaña este editorial. Este pintor expresionista alemán formó parte del grupo Die Brücke (El Puente), y aunque ya murió, fue un muy buen amigo de nuestra revista.  

Alejandro Pardo

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